Ellos, quienes vienen del más profundo pasado al servicio de la codicia particular; los que conforman la casta más cerrada, autoritaria y excluyente que se conozca, integrada por insaciables terratenientes, poderosos ganaderos, grandes especuladores financieros y altas jerarquías religiosas (con algunas excepciones); los que manipulan la religión de acuerdo a sus intereses individualistas; los que se autoproclaman elegidos por Dios, es decir, dueños de los demás y de todo; los fanáticos que se creen “administradores de la ira de Dios” contra quienes se opongan a sus designios como explotadores; los de doble moral que rezan y matan; los mejores herederos de los bárbaros invasores eurocristianos; los que se creen “blancos” y, como tales, superiores a cualquiera; los que imponen la familia patriarcal y el machismo en contra de los derechos de la mujer y la población LGTBI; los que discriminan económica, social, política y culturalmente; los emparentados políticamente con los más grandes genocidas hispanoamericanos, como Franco, Batista, Trujillo, Pérez Jiménez, Pinochet, Videla, Somoza, Laureano Gómez, entre muchos otros; los autores de calumnias, tergiversaciones y mentiras, al mejor estilo nazi, para manejar la opinión pública a través de sus poderosos medios de comunicación.

Ellos, los promotores, con el apoyo del gobierno de Estados Unidos y sus diferentes agencias, del terrorismo de Estado, según las políticas de la “Seguridad nacional” y el “Enemigo interno”, cuya máxima expresión ha sido la “Seguridad Democrática”, el más ominoso programa en contra de los derechos humanos, verdadero hito en cuanto recoge lo más violento de la represión en toda la historia, y en el que sobresalen acciones como: bíblicas y tétricas masacres, (inclusive en las cárceles, como lo acaba de denunciar Renán Vega Cantor en la edición 122 de Periferia), valiéndose de motosierras, descuartizamientos, caimanes, serpientes, hornos crematorios, fosas comunes, “casas de pique”; también, asesinatos selectivos, torturas, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, “falsos positivos” (todo lo cual ha producido más víctimas que cualquiera de los regímenes dictatoriales del cono sur), modernización de los aparatos represivos, como el ejército, la policía y el Esmad, “chuzadas”, guerras sin fin, creación y financiación, junto con el imperialismo neoliberal, de bandas criminales que, alimentadas por el narcotráfico y la extorsión, tienen como objetivo central impedir el desarrollo de fuerzas de avanzada, tanto en el campo como en las ciudades, con la mirada cómplice de las autoridades locales y nacionales (Medellín es ejemplo “narcoparaneoliberal”; por algo, de allí son Pablo Escobar y Álvaro Uribe).

Ellos, los que expiden leyes neocoloniales y neoliberales a favor de las empresas transnacionales y en contra de las comunidades, utilizando parapolíticos tan corruptos, que han llegado a repartir el dinero de los colombianos entre sus altos dirigentes; los violadores de los derechos y conquistas de los trabajadores y del pueblo en general; los despojadores de humildes campesinos; los amigos de narcos y todo tipo de mafias; mafiosos ellos, de muchas formas, como la que tiene que ver con el lavado de dólares; los que exigen que se le aplique la ley a los demás, pero no a ellos y a sus secuaces; los capaces de engañar a más de seis millones de personas, estos sí honestos trabajadores y cristianos, para que voten contra la paz; los que pretenden, nuevamente, embaucar a sus seguidores, al país y al mundo, haciéndoles creer que van a renegociar los acuerdos de La Habana, cuando en realidad pretenden sabotearlos, para continuar con sus negocios derivados de la guerra.

Ellos, más conocidos como fascistas o ultraderechistas, son los peores enemigos del pueblo y, por consiguiente, merecen toda nuestra atención teniendo en claro que, para superarlos, debemos desarrollar y mantener alianzas muy amplias con los sectores de avanzada, e inclusive, en los actuales momentos, acercamientos parciales a sectores de la burguesía que aún conservan elementos democráticos, así sean recortados, pues la tarea prioritaria es defender lo conseguido en Cuba que, aunque no es la solución a nuestros problemas, por lo menos es un paso de mucha importancia para las futuras transformaciones que necesita nuestro país y América, en cuanto a la construcción colectiva de modelos sociales al servicio del bien común, tal como nos lo enseñaron nuestros pueblos indígenas. Esto requiere de un mayor esfuerzo en cuanto a continuar trabajando con las bases y la movilización, una propuesta que garantice nuestra verdadera independencia política frente a los dueños del poder.

Para finalizar, recordemos a Piero, quien magistralmente canta: “Basta de muerte, basta de morir, morir; que se vayan ellos, que no dejaron hacer y vivir, que encarcelaron, que torturaron, que asesinaron, los que te prohibieron gritar libertad”.

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