Edición 57 - Noviembre 2010

Fernando Garavito o la palabra candente

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Entre el periodismo, la poesía y la docencia pasó su ciclo vital Fernando Garavito, o El señor de las Moscas, o Juan Mosca, o simplemente  el autor de “Ja!”, un poemario de humor corrosivo, o aquél que denunció cuantiosas veces a Álvaro Uribe y su “seguridad democrática”, la misma que lo hizo ir del país en un exilio forzoso del cual jamás regresó.

 

Fernando Garavito (1944-2010), que en sus seudónimos mezcló personajes de La Cartuja de Parma y de William Golding, se destacó por su espíritu de crítica en el periodismo, pero, al mismo tiempo, por su cultura, por esa sed de saber y por tener una prosa exacta y sin devaneos. Dicen también que por su carácter explosivo, como de volante de contención.

En la década de los setentas, aquella de frenesí estudiantil y alzamientos populares, fundó en Cali, en el diario El Pueblo, uno de los suplementos literarios más importantes en la historia del género en Colombia: Estravagario, que es el nombre de un libro de Pablo Neruda, y en el cual participaron escritores y periodistas que marcaron un tiempo distinto, con artículos y crónicas culturales memorables. Hubo un libro antológico de las mismas, publicado por Colcultura.

Garavito, lector intenso, se destacó, además, como editor. Después de la experiencia de Cali, en la que lo acompañaron su primera esposa, la poetisa María Mercedes Carranza, y Daniel Samper Pizano, pasó a dirigir la revista Cromos. Más tarde, estuvo en el diario La Prensa, de Juan Carlos Pastrana, en la que mostró sus dotes de titulador. Recordemos que los mejores titulares de todos los tiempos en la prensa colombiana los publicaba este periódico, de corta duración.

En El Espectador, donde fue columnista y periodista investigador, Garavito fue uno de los articulistas más leídos, por su estilo, su limpieza literaria y, sobre todo, por el fondo de sus trabajos, en los que denunciaba  a miembros de la oligarquía y la corrupción de gobernantes y funcionarios. Una de sus denuncias más célebres la hizo  sobre el Banco del Pacífico y acerca de las tropelías del ex ministro de Uribe, Fernando Londoño.

En una de sus columnas, titulada “Urgente, urgente, urgente” da buena cuenta de la corrupción de Londoño: “Londoño es un caballerete. En su prontuario figuran los 180 mil millones de pesos que dejó de percibir la DIAN cuando él era presidente del Banco del Pacífico. Figura Invercolsa, una holding de ECOPETROL dueña de las acciones de Colgas. En un negocio retorcido, Londoño, abogado y testaferro de José Urbina (socio de Colgas), intentó que en el momento de la privatización de la compañía le vendieran los títulos que conformaban la mayoría accionaria…”  (El Espectador, 20-V-2001)

De las últimas intervenciones del maestro Garavito (así le decían muchos de sus discípulos en el periodismo) fue la de oponerse a la cátedra de Álvaro Uribe Vélez en la Universidad  de Georgetown. En una carta a la dirección del claustro universitario, el periodista, poeta y abogado, advierte sobre el “liderazgo perverso” de Uribe.
“No quisiera, sobra decirlo, establecer contra él ninguna clase de censura. Por el contrario, me parece que está en la obligación de rendir cuentas sobre sus hechos, que muchos en mi país califican como “crímenes”. Pero esa rendición de cuentas debe darla ante un tribunal de justicia. En Colombia se prepara ahora mismo un auto cabeza de proceso contra él, que se dirigirá a la Corte Penal Internacional”, escribió Garavito en su carta de agosto 20 de 2010.

A Garavito, el escritor y poeta, lo acompañaron situaciones trágicas. Su primera  esposa se suicidó, y la segunda, Priscilla Welton, falleció en los Estados Unidos, en el mismo país en el cual él murió al estrellarse su carro. Vivía allí desde 2002, cuando por amenazas (además El Espectador lo había despedido por sus investigaciones periodísticas sobre el Banco del Pacífico) abandonó Colombia.

Garavito, el ácido Garavito, fue sin duda un paradigma de dignidad, valentía y pasión periodísticas. Harán falta sus palabras.

 

¿Estatuto de seguridad ciudadana ó de represión ciudadana?

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