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La memoria de las cabras

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Por Álvaro Lozano Gutiérrez

Aunque a primera vista podría confundirse con una fábula, lo cierto es que este escrito tiene más bien el carácter de informe… si utilizamos un lenguaje o unos recursos sacados de otros fondos, es exclusivamente a causa de lo ambiguo, por no decir esquivo, de su objeto de estudio: las cabras… o siendo más exactos, la memoria de las cabras.

En principio pensamos que estaban ahí… así y sin más. Sólo rumiando pacientemente, viendo pasar los días sin esperar nada entre el canto de los gallos y la puesta del sol. Y sí… en algún momento verlas calladas y solitarias pudo levantar sospechas. Siempre observando como si supieran algo que nosotros ignoramos, como estableciendo una hipótesis al orden general del mundo o simplemente callando porque saben que la información es poder, pero también la vía más expedita para caer en el abismo.

Bien distintas son de sus primas las ovejas, que, como es sabido, siempre andan en rebaños y con la cabeza baja. Las ovejas, esos seres tan encantadores como útiles, prefieren la tranquilidad de lo inmóvil, la confianza de que el mundo a su alrededor es igual que ayer, será el mismo mañana… y así en el orden infinito de los años.

Ciertamente las ovejas son conservadoras. En sus relatos siempre hay un héroe que trae la libertad, esa que consiste en obedecer, civiliza la tierra y da leyes al paisaje que ahora es un idílico redil. En sus museos guardan vestigios de un pasado olvidable, cosas que evocan un tiempo, o más bien un espacio intemporal, donde vagaban sin rumbo a merced de los elementos y ante la amenaza continua de los lobos. También sus monumentos reflejan esa vocación de eternidad, con ovejas montando majestuosamente sobre caballos de guerra. Si bien se conserva esa atípica estatua de una oveja negra, es porque las ovejas biempensantes, tan conservadoras como todas pero que se destacan por siempre llevar la contraria, decidieron que la sociedad sería más tolerante y moderna si se tenía un recuerdo de cuando fueron menos modernos y tolerantes.

Pero como dijimos, al hablar de las cabras nos referimos a otra cosa. Si pudiéramos definir a un ser por la mirada, o por la forma de observarlo a uno, perfectamente afirmaríamos que las cabras están siempre alertas en esa calma pasmosa. Bien sabemos que es una calma aparente, pues es conocido de los lobos y los verdugos que no hay nada más difícil que domar a una cabra. Y es porque las cabras recuerdan todo, traen a la memoria las muertes selectivas y la sangre que se derrama todos los días para mantener contentos a los dueños del redil. Las cabras guardan la memoria en sus canciones, en la manera de andar y en las piedras donde duermen todas las noches. Las cabras saben quiénes son los lobos y los pintan en las paredes o los recuerdan en esa obstinación de guardar cosas rotas.

Las cabras tienen memoria… las cabras saben.

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Editorial 173: Las mentiras tienen consecuencias

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